La Universidad de Tulane, en New Orleans, acaba de publicar la tesis doctoral de Wilbur T. Diftwood, sucintamente titulada: “Spain: january the first, february the second, march the third, april the fourth…”. En dicho trabajo, el célebre hispanista y estudioso de la historia y costumbres de nuestro país desarrolla la idea de que España es un país básicamente conservador y reacio a las innovaciones, tal y como prueba la supervivencia de instituciones tan retrógradas como las corridas de toros, la Feria de abril de Sevilla o la Tuna. Sin embargo, este severo dictamen encuentra una gloriosa excepción: allá por 1982, este país sufrió un repentino brote de modernidad, que el profesor Diftwood atribuye, tras una investigación exhaustiva, a la publicación ese año del LP “El eterno femenino”, del grupo madrileño La Mode.
A ver, no flipéis: todo el párrafo anterior me lo inventado. No existe el tal profesor Diftwood, es un mero recurso retórico (¿sabéis lo que es un recurso retórico, o también os lo tengo que explicar?) para poner en valor la honda repercusión que tuvo aquel disco mágico y vanguardista, que ya desde la misma portada (obra de Montxo Algora) proclamaba a los cuatro vientos que la modernidad llegaba a España. Y no solo en cuanto a la música, sino también en la pléyade de referencias culturales que trufaban el disco (Yukio Mishima, Mies van der Rohe, Warhol…). El Zurdo, Mario Gil y Antonio Zancajo nos demostraron que las enseñanzas de Bowie y Roxy Music podían arraigar en nuestro país, y así sucedió… a medias. Es decir: el disco fue abrumadoramente aplaudido por la crítica especializada, pero no vendió mucho, quizás por ser demasiado artístico para un país que solo quería bailar y pasárselo bien. El grupo (especialmente su cabeza pensante, el inusual Fernando Márquez) no terminó de encajar bien esta (relativa) indiferencia del público, y una par de años después ya estaba metido en otros proyectos, cada vez más marginales. Aún hoy sigue por ahí, dando charlas en youtube sobre los temas más peregrinos (¿qué se puede esperar de alguien cuyas dos mayores referencias son Vainica Doble y José Antonio Primo de Rivera?), y dejando efímeras muestras de su sabiduría musical. En todo caso, los nostálgicos seguimos aferrados a las maravillosas canciones que brillaban en este mítico disco (“Cita en Hawaii”, “Aquella chica”, “Aquella canción de Roxy”, la que da título al álbum…), y que no han perdido lustre con los años, tal y como atestigua el profesor Wilbur T. Diftwood en su reciente libro “La Mode: yesterday, today and tomorrow” (también me lo he inventado, pero así cierro el artículo de una forma super elegante).