LOS PRODUCTORES

LOS PRODUCTORES

Ya desde su misma denominación resultan odiosos: los productores, esas personas dedicadas a castrar la creatividad del músico para convertir su trabajo en bien de consumo, en “producto”, qué gentuza. Y, para qué nos vamos a engañar, muchas veces estos prejuicios están más que fundados. Desde hace unas semanas está triunfando en Movistar un documental sobre Loco Mía, aquella apoteosis kitsch que supuso un filón para humoristas perezosos. Si bien su propuesta musical no me interesa en absoluto, en ese documental fascinante podemos aprender mucho sobre el funcionamiento de la industria discográfica, especialmente cada vez que la cámara enfoca a José Luis Gil, el mefistofélico productor de la banda (es verdad que llamar “banda” a Loco Mía es ser notablemente laxo con las palabras, pues ellos ni componían ni siquiera cantaban, pero aceptaremos pulpo como animal de compañía). A lo que íbamos: el tal José Luis Gil cumple con todos los requisitos que se pide a los malos de las películas: manipulador, desafiante, codicioso, implacable… ¡Hasta luce un look de Dr. No que tira de espaldas! Pero, eso sí, deja entrever una inteligencia prodigiosa para lo suyo: es decir, para coger una idea (en este caso cuatro efebos que bailan en Ibiza con abanicos) y conformar un producto que venda por toneladas, sin importarle la calidad musical ni los sentimientos de los artistas. En un glorioso momento de orgullo satánico (de hubris, que diría un filólogo clásico), proclama que es su propia voz la que hace ese recitado (“Disco, Ibiza, Loco Mía / Moda, Ibiza, Loco Mía”) que supondría una de las señas de identidad del grupo, y que el líder de la banda (el también maquiavélico Xavier Font) se vería obligado a simular en play back a pesar del odio visceral que sentía por el productor. En definitiva, una visión muy dolorosa pero real de cómo era la industria discográfica española en el momento de su Gran Salto Adelante (finales de los ochenta y principios de los noventa), cuando el amateurismo de la Movida dio paso a la despiadada mafia de las multinacionales y su pretensión de comerse el mercado latinoamericano.

            Pero, y como si de una intangible ley de compensación se tratara, también puede encontrarse en las plataformas televisivas (en este caso Filmin) el reverso de la moneda, la historia de un productor culto y sensible que se dedicó en cuerpo y alma a la música que amaba, y que permitió (haciendo gala de una discreción en las antípodas del exhibicionismo de Gil) el surgimiento de una serie de artistas que modernizaron y ennoblecieron géneros tan poco comerciales como el flamenco, el jazz o la música étnica. Mario Pacheco, pues de él se trata, es la fuerza motora que está tras el sello Nuevos Medios, y en este documental (“Revelando a Mario”, cuyo título juega con la otra gran pasión del madrileño, la fotografía) comprobamos cómo pueden encontrarse personas a las que no mueve únicamente el dinero o el afán de notoriedad. Fiándose de su instinto, Pacheco lanzó en su compañía álbumes de artistas tan poco comerciales como Jorge Pardo, Carles Benavent, Diego Carrasco o Ray Heredia, apuesta que fue recompensada cuando por fin le tocó el gordo gracias a Ketama (un proyecto arriesgado que de repente se volvió superventas). Pero también el pop atrajo a Pacheco, aunque más bien había que matizar que le atrajo “determinado concepto del pop”: no es casual que dos de las propuestas más exquisitas de la época de la movida tuvieran el respaldo de Nuevos Medios: La Mode y Golpes Bajos. Pacheco murió en 2010, dejando una estela inolvidable de persona comprometida con la música y con los músicos (a los que trataba con una consideración y tacto inusuales). En fin, que ya sabéis: si no tenéis muy claro que ver en la tele estos días, os ofrezco estas dos propuestas que nos confirman que en el mundo de la música (como en la vida real) abundan los demonios, pero también puedes encontrarte un ángel (muy de vez en cuando, ya os aviso para que no os hagáis ilusiones).  

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.