Esa mañana de caluroso verano estaba todo el operativo preparado. Nixon no había escatimado en dinero, y teníamos absolutamente a disposición toda la logística que habíamos solicitado. La misión iba a comenzar. Ibamos a contrarreloj, pero no había más. Frente a nosotros teníamos todo lo que habíamos pedido a los americanos. Tres camiones llenos de botes de pintura blanca, cuatro uniformes de astronauta, una bandera americana, tres especialistas, una nave de cartón-piedra,una cama elástica, tres cámaras Arriflex de 32 mm., rollos de película como para rodar otra vez Los Diez Mandamientos, todas las lentes del mercado de la fotografía y el cine, aparatos de iluminación de todos los modelos, pintores, carpinteros, electricistas, maquinistas,maquilladoras, los de efectos, attrezzistas, productores… y cigarrillos, toneladas de café y esas pastillas azules con vitamina que tan bien nos sentaban. Todos estábamos allí, en Almería, llevando al hombre a La Luna. Dispuestos a rodar día y noche sin parar. No quedaba tiempo que perder. Estaban allí incluso los actores que posteriormente y, durante el resto de sus vidas, iban a asumir el papel ante el resto de la humanidad de convertirse en los primeros seres humanos en pisar La Luna. Que buen contrato les había buscado su agencia de representación Armstrong Entertainment. Las redes de distribución estaban ya compradas. Todas las televisiones del mundo tendrían las imágenes. La campaña la estaba terminando de diseñar Bárbara. Sólo quedaba rodar y rodar. Tanto si salía bien, como si salía mal cambiábamos de identidad de por vida, lo cual no nos importaba, estábamos acostumbrados. De repente, cuando estábamos a punto de empezar el rodaje empezó a fallar el ventilador que hacía ondear la bandera americana . Algo extraño empezó a suceder. Muy extraño. Los actores se desintegraban. Por un momento pensé que los rusos nos habían pillado.Pero no, era algo peor. Los decorados se caían. Las cámaras se apagaban. Los aparatos de iluminación ardían. La nave de cartón piedra se deshacía en arena.Como el amor que se escapa entre las manos. Miré hacia Bárbara y no estaba. De repente,había desaparecido.Todo a nuestro alrededor se secaba. Los relojes empezaban a sonar,alborotados.Hacían un TIC-TAC ensordecedor.Todo el mundo se iba, tenían cosas que hacer.Tenían prisa.Mucha prisa.Los mares de la Luna desaparecían. Se iban tras Bárbara. Los ríos tambien.Los mares de la luna.Los ríos de la luna.Los ríos de La Luna.
Me desperté suavemente en mi apartamento de Madrid escuchando Moonriver de nuevo. Tenía la sensación de haber tenido un sueño de esos en los que te lo pasas entero luchando por sobrevivir y al final, en el momento en el que parece que todo está perdido, un mano divina te da un final felíz.De esos sueños que duran unos pocos minutos y te parecen meses. Bárbara había vuelto de comprar la prensa en el kiosko del señor Guillermo y desayunar en la Plaza de Las Comendadoras. Volvíamos a tener el horario cambiado; ella se levantaba pronto para recibir los teletipos del informativo, yo había llegado de madrugada del Estudio 1. El rodaje de Don Juan Tenorio, otra vez, se había vuelto a complicar,sobre todo cuando después de grabar nos vimos tocándole palmas a Paco Rabal y a Conchita Velasco en el Café de Chinitas. Al cante Morente, al toque Félix de Utrera. Al entar en casa y verme dormido en el sofá, inquieto, como con pesadillas, con el horrible sonido de fondo de la aguja de mi nuevo Telefunken, desgastándose, cayendo al vacío, dándose un nuevo paseo por la cara B, Bárbara decidió cogerla con suavidad y llevarla al principio del disco nuevamente. “Esto le hará soñar más tranquilo”, debió pensar. Luego puso sobre mi mano el rayo de sol que me había traído de la calle. Lo había cogido prestado para mí en la Plaza Mayor, para que me despertara feliz.
“Si Bárbara podía hacer maravillas como ésta, cómo no iba poder llegar el hombre a La Luna”, pensé mientras me duchaba.
Aquella tarde la pasamos en unas tumbonas en Saint-Tropez, entre la Plaza de Santa Ana y el Paseo del Prado.Salitre, sudor y sueños.
Y el reloj de la Puerta del Sol dejó de funcionar.