Que vaya por delante: no era uno de mis músicos favoritos, yo soy más rockero, y el exceso de sintetizadores me produce sarpullidos. Pero si algo ha demostrado la reciente desaparición de Vangelis es que las redes (eso que llamamos “las redes”, y que yo no sabría muy bien cómo definir) se lo toman todo a chacota: por cada comentario respetuoso con el músico griego podían encontrarse decenas de memes y bromas de dudoso gusto. Y estamos hablando de una persona muy poco polémica, que lo único que hizo en vida fue editar discos con cierta regularidad, discos que (según los expertos) merecen cuando menos análisis y consideración.
A ver, no se me alboroten, yo soy el primero en hacer gala de una cierta iconoclastia, lo reconozco. Nada más irritante que esos obituarios campanudos y bombásticos con los que despedimos a personas a las que, en vida, hemos machacado inmisericordemente. Pero de ahí a burlarse de todo y de todos, simplemente para ganar algunos emojis de caritas descojonadas, me parece que le estamos haciendo un flaco favor a la música (por centrarnos en el campo en el que destacó el finado Vangelis). Sin ser un cabeza de cartel, su trayectoria resume lo que ha sido la música pop en el último medio siglo: desde sus inicios con Demis Roussos en Aphrodite’s Child hasta su consagración como autor de bandas sonoras de lujo, pasando por su periodo vanguardista (especialmente interesante en sus colaboraciones con Jon Anderson). De bien nacidos es ser agradecidos, dice el refranero: seamos agradecidos, pues, a aquel que supo realzar la inquietante belleza de Sean Young en “Blade Runner” con capas de etéreos sintetizadores, en la que quizás sea su banda sonora más memorable (aunque no la más conocida, privilegio que dejamos para “Carros de fuego”).
En fin, que tampoco me voy a poner estupendo y decir que Vangelis era un músico imprescindible ni cosas de esas. Pero me resulta un poco irritante que no sepamos valorar las aportaciones de esos ciclistas gregarios que solo ganaron unas pocas etapas a lo largo de su vida profesional, pero que se dejaron litros y litros de sudor sobre el asfalto, y que en alguna que otra ocasión nos hicieron disfrutar frente a la tele en una tarde perezosa de verano. Si a Vangelis le gustaba el ciclismo, espero que aprecie este homenaje póstumo inspirado en el Giro de Italia.