¿QUÉ QUEDA(SI QUEDA ALGO) DE LA FAMOSA MOVIDA?

¿QUÉ QUEDA(SI QUEDA ALGO) DE LA FAMOSA MOVIDA?

 

Así de abruptamente lo dijo un alcalde madrileño del que todos hemos olvidado su nombre: la movida no ha producido nada de interés. No desenvainemos aún los cuchillos, pensemos un poco, hasta en la mayor de las falacias puede anidar una hebra de verdad. Han pasado más de cuarenta años del célebre concierto en memoria de Canito (una de las fechas que se aceptan como fundacionales), todos los que vivimos aquellos años asombrosos ya peinan canas (o crían malvas), y además hace mucho calor como para sulfurarse. Centrándonos en lo estrictamente musical: ¿qué queda de la Movida? ¿Cuáles de aquellos grupos y solistas han superado la criba del tiempo, y cuáles han quedado atrapados en la telaraña de la nostalgia (o de la irrelevancia), como las corbatas estrechas y las hombreras gigantes?

Ah, amigos: qué puñetero es eso de intentar poner racionalidad en las pasiones de antaño. ¿Cómo juzgar con ecuanimidad el legado musical, por poner un ejemplo, de Siniestro Total, que entonces me divertían muchísimo, y que hoy se me aparecen como una banda de gamberros de Instituto? ¿Un chaval de hoy en día sabría apreciar la fina ironía de Un Pingüino en mi Ascensor, o no vería más que a un tipo con pinta de funcionario haciendo gracietas con su Casiotone de baratillo? ¿Qué cara pondría un fan de la apabullante Rosalía y su hiperproducido “Motomami” al escuchar las misérrimas grabaciones que salían de DRO o de Tres Cipreses, y que parecían realizadas en el sótano de una fábrica abandonada?

Ya va siendo hora de que nos hagamos LA PREGUNTA: ¿cuántos de los grupos y solistas de la Movida han aguantado el paso del tiempo? En las listas de Los Mejores Discos del Rock y el Pop Español que se publican regularmente (y que, lo sé, tienen un valor relativo), los primeros puestos suelen estar ocupados por grupos en los márgenes de la Movida (El Último de la Fila, Loquillo, Héroes del Silencio, Burning, Golpes Bajos), por luminarias del Indie (Los Planetas), por cantautores (Serrat, Sabina), pero en necesario bajar un par de escalones para ver aparecen a esos grupos que tradicionalmente asociamos con la Movida: Radio Futura, Nacha Pop, Gabinete Caligari, La Mode, Dinarama… Es verdad que casi todas esas listas están hechas en Barcelona (cuna del periodismo rockero español… huy, perdón: cuna del periodismo rockero del Estado), y que es manifiesta la animadversión de la inteligencia catalana por todo lo que venga de la capital. Pero aun así no deja de ser sorprendente que un grupo tan incuestionable como Radio Futura no haya alcanzado la condición de Clásico Absoluto, más allá de modas y de vaivenes discográficos. ¿No debería ser Santiago Auserón nuestro David Byrne (o nuestro Elvis Costello), una  referencia cultural y artística cuyo nombre se pondría a calles y plazas (o, mejor aún, a pabellones de conciertos)? ¿Es que hoy nadie con menos de cuarenta años recuerda a creadores tan asombrosos y singulares como Fernando Márquez “El Zurdo” o a Jaime Urrutia (a Antonio Vega mucho me temo que se le recuerda por motivos extramusicales)?

Lanzo una hipótesis que (naturalmente) admite refutaciones: la Movida tiene, hoy en día, dos serios inconvenientes a los ojos de la juventud y los medios. Uno: su adscripción madrileña (desde hace unos años, para gran parte de España es como si la capital fuese una finca exclusiva del Partido Popular, y todo lo que surge de allí fuese manufacturado desde la sede de Génova). Dos: en tiempos tan hiperpolitizados como los que padecemos, la música hecha en aquella asombrosa década de los ochenta suena frívola y escapista, nada que ver con las homilías empoderadas que anegan las ondas hoy en día.

En fin. Qué queréis que os diga. Para el que esto firma, canciones como “Chica de ayer”, o “La estatua en el jardín botánico”, o “No mires a los ojos de la gente”, son creaciones culturales de altísimo nivel, y en cualquier otro país serían himnos dignos de ser transmitidos a las siguientes generaciones, como nosotros recibimos en su momento “Mediterráneo”, “Señora Azul” o “Qué hace una chica como tú en un sitio como éste”. Pero por razones que aún no puedo entender (a pesar de la hipótesis expuesta más arriba) ese proceso de transmisión se ha visto interrumpido: la música de los ochenta no existe, hay un salto guadianesco entre Tequila y Dover. Tanto peor para vosotros, chavales. Mientras que nosotros envejeceremos tarareando “Camino Soria” o “Aquella canción de Roxy”, vosotros os tendréis que enfrentar al Alzheimer balbuceando la chorrada esa de la teta de Rigoberta Bandini. Que os aproveche.     

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